Aunque estrenada recientemente en Barcelona en un cine no comercial (de “arte y ensayo”) y con tres años de retraso respecto a su producción, ver el film Amazing Grace, dirigido por Michael Apted, ha merecido la pena. Una película honesta, sobre un hombre honesto: así acababa la breve crítica de ella aparecida en el diario El Periódico. Comparto esa afirmación. Ese hombre honesto fue William Wilberforce, un joven y elocuente humanista cristiano que luchó por la abolición de la esclavitud en Inglaterra en torno a 1800, dentro y fuera del Parlamento.
Quizás alguien pueda pensar que en el relato visual de M. Apted hay demasiadas palabras, demasiados discursos. Ciertamente no estamos ante una cinta trepidante, pero sí ante una film honesto en el que la amplia utilización de los debates parlamentarios es coherente con la noble apuesta de Willberforce y sus compañeros de empeño: conseguir que fuera declarada ilegal en el Reino Unido la trata negrera mediante la palabra. Lo que él buscó (y logró) fue convencer a sus compatriotas de que la esclavitud era inhumana e inmoral, sin excluir por ello recursos inteligentes que aminorasen las reticencias de la clase política británica debidas a unos intereses económicos comprensibles y palmarios. Desde luego, esta película merece un comentario más extenso y matizado. Vaya por delante ahora esta primera impresión y mi recomendación de que la vean.